Hace varios años, compartiendo una reunión con un grupo de jóvenes, una de las líderes del grupo trajo un juego que comenzaba con estas tres preguntas: ¿Quién eres?; ¿A dónde vas?; ¿Qué llevas?. Cada participante debía elegir una letra del abecedario y responder estas tres preguntas. Fue un momento muy gracioso. Salían combinaciones realmente muy chistosas.
Si pensamos estas preguntas fuera del juego y las llevamos a nuestra vida diaria, a veces no son tan fáciles de responder. Aunque, por otro lado, son fundamentales, no solamente para conocer el plan de Dios para nuestra vida sino para determinar en qué queremos invertir nuestros días.
¿Quién eres?
Esta pregunta nos lleva a pensar en nuestra esencia, en nuestra identidad, en cómo y quién creemos ser. Se relaciona con nuestras características particulares, con aquello que nos hace únicos. Al conocernos, podemos ver cuáles son nuestras fortalezas y también nuestros aspectos por mejorar.
También tiene que ver con aquellas cosas con las cuales nos identificamos, con nuestros gustos. Cuando sabemos quiénes somos, desarrollamos una estima equilibrada y esto nos da la oportunidad de poder elegir de forma consciente.
¿A dónde vas?
¡Qué importante es saber hacia dónde vamos! Cuando la vida nos plantea desafíos, necesitamos saber a dónde vamos para no desenfocarnos del objetivo. Tal vez en este momento estás leyendo esto y dudes si estás en el sendero correcto.
Nuestras tareas cotidianas, nuestro trabajo, nuestra carrera, nuestra relación con nuestra familia, nuestra relación con nosotros mismos, nuestra relación con Dios, son áreas que influyen profundamente en nuestra vida.
Estas áreas no solo marcan dónde estamos yendo, sino que definen quienes somos. Por esto, cuando sentimos alguna incomodidad o malestar, necesitamos considerar si es tiempo de revisar el mapa que trazamos, los objetivos y, tal vez, comenzar a hacer algunos cambios para poder cumplir nuestras metas.
¿Qué llevas?
Creo que en muchas oportunidades no somos conscientes de nuestro valor, de los talentos y habilidades que tenemos en nuestro interior.
En ocasiones, nos sentimos desarmados frente a la vida, frente a los desafíos a los que esta nos presenta, y esto pueden generarnos la sensación de que no tenemos la herramienta para resolverlos. Esto puede suceder en muchas ocasiones a nivel laboral o académico.
Pero ninguna persona llegó a este mundo desprovisto de talentos o habilidades.
Dios nos capacitó desde antes de formarnos en el vientre de nuestra madre. Cada uno de nosotros tiene muchas virtudes que, en ocasiones vienen en forma de “semilla” y es nuestra tarea desarrollar.
¿Para qué eres bueno? ¿Qué sabes hacer bien? ¿Qué tareas o actividades son de tu preferencia?
Si no te resulta fácil responder estas preguntas, no te preocupes. La orientación vocacional es el proceso de acompañamiento para que puedas encontrar tus respuestas. Dentro de este proceso, podrás conocerte, descubrir aquello que te gusta, encontrar tus áreas de habilidad, como también cuáles son los caminos para que puedas desarrollarte profesional y laboralmente.
El proceso de orientación vocacional es un acompañamiento para que puedas descubrirte y decidir, con la información necesaria, qué rumbo deseas darle a tu vida, incluso, si tenía un rumbo, pero ahora sientes que es tiempo de cambiarlo.
Cuando usamos lo que sabemos hacer, damos gloria a Dios, porque funcionamos de acuerdo con su diseño original para nosotros. Cuando no sabemos quiénes somos, qué tenemos o hacia dónde vamos, vivimos en un estado de inquietud que es la invitación a descubrir estas respuestas. Te invito a abrazar esa invitación y animarte a iniciar ese proceso. Si lo deseas, allí estaré para acompañarte.
*Si quieres iniciar un proceso de orientación o reorientación vocacional con Guadalupe, puedes encontrarle en nuestro directorio profesional y reservar un turno. Hazlo aquí.