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Autora: La Lic. Evelin Bruno es terapeuta y Directora de educación en PsySon. Es psicóloga, docente universitaria, coach y especialista en terapia cognitiva y psicología positiva. Cuenta con más de quince años de experiencia clínica acompañando a líderes religiosos y sus familias.

Si hay algo que distingue al ser humano es su capacidad de hablar, de expresarse por medio del lenguaje.

Si buscamos en un diccionario el significado de la palabra “lenguaje”, encontraremos que se refiero a un conjunto de sonidos que se utiliza para expresar una idea o pensamiento, lo cual nos lleva a entender que hay algo previo al lenguaje y que éste cumple la función de describirlo o de sacarlo a la luz por medio de palabras.1

Históricamente hemos considerado el lenguaje como un instrumento que nos permite “describir” lo que percibimos del mundo exterior, o “expresar” lo que pensamos o sentimos en nuestro mundo interior. Sin embargo, distintas disciplinas como la neurociencia, la ontología del lenguaje, la terapia cognitiva, la programación neurolingüística (PNL), se han dedicado a estudiar el tema para llegar a la conclusión de que el lenguaje no solo nos permite hablar “sobre” las cosas, sino que también hace que las cosas sucedan. El lenguaje genera realidad.

¿Cómo arribamos a ésta conclusión? Compartamos algunos estudios interesantísimos que abordan el tema:

En el año 2003, el científico japonés Emoto Masaru, publica el libro “Mensajes del agua” en el cual expone sus investigaciones sobre como el agua reacciona a los mansajes positivos o negativos que recibe modificando su estética. Este científico comprobó que, al hablar negativamente, el cristal del agua se rompe y muestra un aspecto desagradable, pero si se expresan mensajes positivos, las moléculas de agua se convierten en un cristal hermoso. 2

Por otro lado, la neurociencia demostró que el centro cerebral que controla el lenguaje, tiene poder y dominio sobre todas las demás funciones cerebrales. El centro del habla y el nervio que controla el lenguaje tienen tal poder sobre todo el cuerpo, que una persona simplemente hablando, puede modificar su organismo y conducirlo de otra manera. ¿Cómo sucede esto? Por ejemplo, cuando tenemos miedo psicológico ante alguna situación que nos cuesta enfrentar, éste mensaje provoca las mismas reacciones fisiológicas que el miedo producto de una amenaza real concreta. El sistema límbico, que es el sistema de alarma de nuestro cuerpo, genera una señal de ataque o huída contra aquello que tememos, sea producto de un hecho concreto o producto de un diálogo interno que mantengo conmigo mismo. Por la misma razón, muchas personas caminan sobre brazas sin quemarse, porque el mensaje que transmiten a su cuerpo es que no van a sentir dolor y está comprobado que al decir esto y creerlo, la temperatura corporal disminuye y no se producen quemaduras. O sea que, lo que nos decimos a nosotros mismos, produce la misma respuesta física que las experiencias vividas externamente.

En la década del 70´, Richard Bandler y John Grinder fundan la que conocemos como PNL (Programación Neurolingüística).

La PNL sostiene que nuestras percepciones adquieren sentido a través del lenguaje. Lo que digo sobre mi y sobre el mundo que me rodea, los resultados que logro, mis sentimientos y acciones, son consecuencia de los patrones de lenguaje en base a los cuales interpretamos el mundo, generando así mis propios mapas mentales. O sea que nuestra forma de ver la vida tiene que ver con lo que me digo de ésta y no con lo que la vida realmente puede llegar a ser. Por ejemplo, en un grupo de estudio que prepara un final, está el que dice “no llego”, el que dice “no me presento a rendir”, el que contesta “nos va a ir bien” o “no perdamos tiempo y sigamos estudiando que nos falta poco”. Lo externo no cambia, pero el tipo de mensaje que me doy a mí mismo va a bajar o subir el nerviosismo previo a rendir o la misma posibilidad de hacerlo. 3

Cuando hablamos abrimos o cerramos un mundo de posibilidades. Las palabras son como semillas que contienen poder creativo.

Cuando digo “Soy vago para estudiar”, o “nunca voy a llegar al peso que quiero para el verano” no estoy describiendo un estado, sino declarando una condena y generando mi realidad en base a esta afirmación. Cuando hablo de lo que “soy” o planteo un “nunca”, hago referencia a un producto acabado y, siendo consciente o no, estoy programando mi mente y mis emociones para continuar actuando de la misma manera, sufriendo por conseguir los mismos resultados negativos. Estoy comprando una realidad que no quiero vivir.

Te invito a que reflexiones:

¿Qué lenguaje usas habitualmente?

¿Hacia dónde te conduce lo que te estás diciéndote o diciéndole a las personas que te rodean?

¿Cómo te describes a ti mismo?

¿Cómo describes tu futuro?

Lo que hablas establece los límites de tu vida. Tus palabras marcan tu rumbo, construyen tu futuro.

Y por favor no entendamos por esto que debemos ser poco realistas o engañarnos de que algo que no está bien, lo está. Cuidar nuestras palabras tiene que ver con preguntarnos “¿Qué explicación me estoy dando de las cosas que me duelen?”, en lugar de afirmar “Estoy mal. No puedo salir de esto”. Podemos sentirnos solos, pero no por eso tenemos que hablar de ese tema todo el tiempo. Nuestro futuro cambia si decimos “estoy solo” a si declaramos “voy a modificar las cosas que necesito para no sentirme más así”.

¿Cómo logramos programar un lenguaje que nos lleve a un espacio de bien-estar? 4

  1. Concéntrate en tus puntos fuertes: Puedes decir: “soy chinchudo”, pero eso no borra una serie de características positivas que también te pertenecen. Lo importante es centrarnos en lo que está bien, para hacerlo crecer y no en lo que está mal para castigarnos por eso.
  2. Hablar de tus puntos fuertes: Ser consciente de las cosas que están bien en mí, de aquellas metas que ya alcancé para poder hablarme prosperidad y perpetuarla.
  3. Elogiar el punto fuerte del otro: La crítica destruye vínculos, destruye la autoestima y amenaza la armonía de quien la emite. El elogio y el agradecimiento acortan distancias, nos une y fomenta lo mejor de uno hacia el otro y del otro hacia uno.
  4. Habla lo que quieres llegar a ser como si fuera (Romanos 4:17): No importa cuánto te falta para alcanzar ciertas metas, comenzó a hablar como si ya estuviera hecho. “Voy a abrir mi estudio contable” “Dejo este mal hábito”, y cuando se activa el sueño, el mundo posibilidades se abre y la mente está preparada para conectar con lo que uno necesita para alcanzar la meta.
  5. Expresa positivamente tus ideas: ¿Por qué si unos dicen que estamos en crisis otros prosperan en medio de la adversidad? Cuida las palabras que utilizas para referirte a lo que todavía no aprendiste a enfrentar. Cambia el “Es imposible hablar con mi jefe”, por “Me resulta difícil hablar con mi jefe, pero voy a encontrar la manera de hacerlo y lo voy a lograr”. Y cuando uno lo expresa de esa manera, se compromete consigo mismo en encontrar la forma de entablar esa conversación que resulta complicada.

Te invito a llenarte de palabras positivas para empezar a soñar todo lo que puede llegar a ser si lo declaras primero en tu mente. ¡Muchas felicidades!

  1. Diccionario Enciclopédico Espasa Ilustrado, 2001
  2. MASARU, E (2003) Mensajes del agua. España. Ed. Liebre de Marzo.
  3. DILTZ, R (2005) PNL El poder de la palabra. La magia del cambio de creencias a través de las conversaciones. a través de las conversaciones. Buenos Aires. Urano.
  4. OSTEEN, J (2007) Lo mejor de ti. Estados Unidos. Grupo Nelson.
  5. ECHEVERRÍA, R.