Se estima que en el mundo existen alrededor de 375 millones de personas que padecen ansiedad. Especialmente en los últimos años, esta cifra ha ido en aumento y se estima que en un futuro alrededor del 25% de la población a nivel mundial padecerá un trastorno de este tipo.
Pero ¿qué sucede con la ansiedad? Algunos autores, definen a la ansiedad como el miedo a que algo inesperado ocurra. ¡La mala noticia es que la mayoría de las cosas que nos ocurren son inesperadas y no podemos preverlas!
Es importante aclarar que el miedo y la ansiedad no son lo mismo. Si bien ambas son emociones, vienen a comunicarnos información distinta. El miedo nos alerta frente a un peligro real y concreto. Podríamos decir que gracias al miedo conservamos la vida. Está relacionado con nuestro instinto más primario de supervivencia.
En sí misma, la ansiedad es una emoción y no hay nada de malo en ella. Las emociones vienen a decirnos algo, a comunicarnos alguna información importante acerca de nosotros mismos.
La ansiedad no es un enemigo con el que tengamos que luchar hasta eliminarlo, ya que necesitamos parte de la ansiedad para poder realizar las actividades de la vida diaria, como ser levantarse de la cama, desayunar, caminar. Esto es lo que conocemos como ansiedad funcional.
Ahora bien, cuando se genera una preocupación excesiva por el futuro, por todo aquello que está fuera de nuestro control, los niveles de ansiedad se elevan y la ansiedad comienza a ser disfuncional.
Se presenta miedo a exponerse a sentir miedo, se activan los esquemas frente al peligro/vulnerabilidad y esto termina paralizando a la persona.
Dentro de las personas que sufren un trastorno de ansiedad se observa principalmente: una maximización de los riesgos o peligros presentes en determinada situación, junto a una minimización de los recursos que la persona posee para hacer frente a la amenaza o peligro, lo que hace que el trastorno de ansiedad se sostenga en el tiempo.
Existen distintas formas en las que nuestro cuerpo puede reflejar que estamos experimentando ansiedad, entre ellas:
- Respiración agitada
- Sensación de ahogo
- Trastorno del sueño
- Cansancio
- Disminución en el sistema inmunológico
- Aumento del ritmo cardíaco
- Náuseas
- Mareos
- Dolor de cabeza
- Transpiración
- Boca seca, dificultad al tragar
- Dolores musculares
La ansiedad elevada impide que podamos anclarnos al presente, está asociada a no sentirnos plenos o satisfechos, lo cual es un obstáculo frente al disfrute. Nos lleva a vivir en piloto automático, y no nos permite vivir en libertad, esa libertad por la que Jesús dio su vida y hoy quiere regalarte.
La ansiedad es energía, y hay mucho que podemos hacer para que no se transforme en un problema, por ejemplo:
- Trabajar con nuestros pensamientos. Buscar reemplazar pensamientos rígidos, disfuncionales por otros más flexibles, adaptativos ( lo que se conoce como reestructuración cognitiva dentro de la Psicología)
- Revisar los esquemas mentales que se activan en nuestro día a día y la forma que tenemos de vernos a nosotros mismos, al mundo y al futuro.
- Llevar nuestra atención al momento presente y regular la respiración.
- Aprender a gestionar nuestras emociones.
Pero quiero recordarte algo si padeces de ansiedad elevada, hay algo que podemos anticipar…sabemos el final de la historia, con Dios somos más que vencedores, porque Él ya venció. Busca ayuda. Incorporar todas estas herramientas a tu vida, ¡es posible!, tener paz en Dios es algo que puedes aprender. “Yo les he dicho estas cosas para que en mi hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” Juan 16.33