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Dios nunca se cansa de enseñarnos lo que necesitamos aprender hasta que lo aprendamos. Hoy quiero compartir con vos una de las cosas que se está tratando de enseñarme a mí ahora: vivir más allá de mis sentimientos.

Situaciones extremas

Martin Seligman, prestigioso psicólogo estadounidense, después de 25 años estudiando la depresión, comienza a preguntarse por qué había muchas personas que ante iguales situaciones externas, eran o intentaban ser felices en lugar de deprimirse.

Advirtió que desde la Segunda Guerra Mundial, o quizás antes, todas las disciplinas vinculadas con la salud mental se habían ocupado únicamente de lo que andaba mal, de recuperar lo roto, pero poco y nada se había investigado para trabajar y potenciar lo bueno.

Dando un giro a las cosas, la psicología comienza a orientar sus hallazgos empíricos en aquellos elementos que contribuyen al bienestar, la felicidad y la realización personal, surgiendo así la Psicología Positiva.2

Leyendo sobre el tema me encontré con una de las fortalezas que esta rama de la psicología invita a desarrollar: ¡el optimismo!

El optimismo se aprende.

Albert Ellis y Aron Beck, creadores de la psicología cognitiva, descubrieron que la manera de sentirnos, guarda directa relación con la explicación que nos damos a nosotros mismos sobre los acontecimientos por los cuales pasamos.

Las situaciones que atravesamos no son positivas o negativas en sí mismas, sino que los diálogos internos que mantenemos casi automáticamente, otorgan significado a la realidad que percibimos.

Las creencias desde las cuales solemos interpretar lo que nos sucede tienen que ver generalmente con tradiciones, muchas veces prejuicios (“la vida es complicada”, “todo lo bueno se logra con sacrificio, sudor y lágrimas”), o ideas aprendidas que se van adquiriendo a lo largo de la vida y que, por el hecho de dar por sentado que “son así”, no se someten a un análisis.

El punto es que la interpretación negativa que sostiene el malestar emocional y el pesimismo tiene un punto débil: suele exagerar algún aspecto de la realidad y minimizar otros sin tener en cuenta que los acontecimientos son siempre multideterminados. Si estás viviendo algo similar, te comparto esta carta.

Cuestión de elección

Ante los hechos hay múltiples lecturas y podemos elegir quedarnos con la más pesimista o con la que mayor bienestar genere. Y aquí es donde muchas veces se asocia la mirada positiva con una explicación simplista o facilista de la vida.

El optimismo no implica ingenuidad, sino inteligencia y sentido común a la hora de elegir qué opciones voy a elegir para diseñar la vida que quiero para mí.

Si el barco se está hundiendo puedo llorar, pensar que voy a ahogarme, negar que el barco se está hundiendo, intentar nadar o aplicar otro recurso, ¡que siempre existe!, para ponerme a salvo.

Me acuerdo de varios dibujos animados que miraba cuando era chica en que el personaje tenía revoloteando al costado de su cabeza un angelito y un diablito que le iban diciendo qué pensar o qué hacer a raíz de una situación.

Hoy como psicóloga y como cristiana, entendí que esto es literalmente lo que pasa en nuestra psiquis y Satanás lo sabe, ¡claramente lo sabe! Hace miles de años entendió que la batalla por nuestra vida se juega en la mente, por eso Dios en su amor nos avisa que Satanás va a tratar de llenarnos de cabeza con ideas negativas, que va a tratar de que encontremos infinidad de argumentos para sentirnos culpables, indignos, deprimidos, etc, porque es el padre de toda mentira (Juan 8:44).

Dios nos dice:
“La vida es moldeada por sus pensamientos” Proverbios 4:23
“Cambien su manera de pensar y cambiarán su manera de vivir” Romanos 12:2
“Como piensas, eres” Proverbios 23:7

Escucha lo que Dios dice de tu vida

El tema pasa por decidir a quién me conviene escuchar y a quién cuestiono. Y la buena noticia es que esto se aprende en Cristo, se incorpora permitiéndonos debatir voluntariamente la lectura que hacemos de las cosas sabiendo que puedo escuchar al diablo que me susurra en el oído que no voy a poder, que no me lo merezco, que nunca voy a cambiar, o puedo tomar mi Biblia y declarar en el nombre de Jesús que “Dios va a hacer nuevas en mí TODAS las cosas” (Apoc. 21:5), que “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4:13), que “Dios va a transformarme de gloria en gloria” (2 Cor. 3:18), que nada de nada puede separarme del amor que Dios siente por mi (Rom 8) y podríamos seguir citando infinidad de promesas de Dios para vos y para mí.

En términos prácticos, pensemos que si durante mucho tiempo fuimos al gimnasio a levantar pesas con el brazo derecho, el izquierdo va a estar en notoria inferioridad de condiciones; pero la debilidad del brazo izquierdo no tiene que ver con que es mejor que el derecho, sino con el tiempo que dediqué a ejercitar uno y otro.

La mente del cristiano funciona de la misma manera. El tener la visión que Dios quiere que tenga de mi realidad se aprende ejercitando ésta capacidad, se aprende levantando las poderosas pesas de la palabra de Dios y la oración cada día de la vida, o levantando las mentiras que Satanás quiere hacerme creer. ¿Con qué vas a cargar tus pesas?

Es interesante descubrir que alrededor del año 722ac, el sabio Salomón aconsejó en uno de sus proverbios: “Tengan cuidado con lo que piensan, la vida es moldeada por sus pensamientos”.

Epicteto, filósofo griego del 55dc, afirmó que “no son las cosas las que atormentan a los seres humanos, sino la opinión que se tiene de ellas”.

Lo que nos decimos a nosotros mismos determinará cómo nos sentiremos y qué haremos al respecto.

Lo positivo de todo esto es que si la realidad que experimentamos resulta pesada, nuestro punto de poder está ahora, la posibilidad de alimentar la mirada optimista de las cosas depende de elegir declararnos abiertos y receptivos a incorporar nuevas ideas, nuevas maneras de ver la vida y disfrutar la diferencia.

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