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“Si envidias a un hombre, por inferior a él te reconoces”

Hace unos días me encontré con un versículo que captó totalmente mi atención. Éste se encuentra en Hechos 7:9 y dice así: “Los patriarcas, por envidia vendieron a José a Egipto. Pero Dios estuvo con él”.

La envidia es una emoción por la que pasa todo ser humano alguna vez, y los que dicen que nunca la han sentido están afirmando algo casi imposible. Pero como leemos en este versículo, puede suceder también dentro de la familia, lo que la llevaría a ser aún más conflictiva.

Pero, ¿qué es la envidia? La Real Academia Española (1) la define como tristeza o pesar del bien ajeno, o puede ser también desear aquello que no poseo.

La historia de José y sus hermanos es bien conocida, y en ella podemos ver algunas situaciones que pudieron llevarlos a sentir envidia, como los sueños que José recibía y contaba, el favoritismo que tenía desde su padre y él demostraba. En este caso José sería el envidiado y sus hermanos los envidiosos.

Hume (2) afirma que la envidia generalmente surge de la comparación y que debería haber dos puntos para que ésta aparezca: a) que exista un elemento común entre las partes que permita la comparación, b) y que haya proximidad y proporción entre ellas.

Dos puntos que encontramos en esta historia, ya que al ser hermanos también los ponía en una relación de simetría.

Pero cabe destacar que es el sentimiento de inferioridad que lleva a idealizar al envidiado, agrandando los atributos que él posee y a mí me faltan. Si este sentimiento sigue, llega a ser “LA MEDIDA” con la que nos comparamos, pero de una manera deformada en la que ésta va a ser siempre enaltecida y nosotros humillados.

Además, el envidioso cree que el otro es mejor por injusticia, y sólo concibe una solución, la desaparición del envidiado. Con esta explicación entendemos un poco más el actuar de los hermanos de José.

Pero debemos tener en cuenta cuánto puede afectarnos, porque no es una emoción adaptativa, ya que deteriora o anula la capacidad de admiración, la alegría de la amistad, el beneficio del compañerismo, la contemplación de la belleza, las habilidades o simplemente reconocer que alguien es mejor en algo específico (3).

En resumen, muchas veces anula la capacidad de disfrutar las diferencias. Y más allá que lo veamos como una característica común en nuestro mundo, es un limitante muy serio ya que no solo nos conecta con nuestras sensaciones de inferioridad muy directamente, sino también es una continua fuente de sufrimiento.

Según Melanie Klein (2) el envidioso no se permite admirar al otro, por eso intenta desvalorizarlo o arruinarlo para disminuir la admiración que podría causar en los demás.

Pero si analizamos un poco más, la envidia no sólo influye en las emociones y las relaciones, sino también en el trabajo. Porque ésta afecta la productividad, ya que el envidioso se queja constantemente por lo que no tiene, y se victimiza por no haber recibido los dones que le fueron arrebatados. Pero no se esfuerza para conseguir lo que quiere.

Hay autores que mencionan que el envidioso es holgazán, que prefiere falsificar, engañar y estafar porque por su impaciencia prefiere que todo sea rápido y sin esfuerzo (2).

Pero hay algunos pensadores que también creen que el envidiado tiene responsabilidad porque ostenta y es arrogantes y esto puede influir en el surgimiento de la envidia y el resentimiento (2). Tal como también observamos en la vida de estos hermanos, con el uso de la túnica de colores que le regaló Jacob a José, y que él estaba usando cuando fue a verlos cuando estaban cuidando las ovejas de la familia, demostrando una vez más la preferencia de su padre hacia él.

Pero también muchas veces sucede que el envidiado, ni siquiera sospecha lo que siente el envidioso hacia él.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la envidia es la emoción que más avergüenza, por ello es la más escondida. Ya que me confronta con lo que no tengo y anhelo, y con mi tristeza y la felicidad del otro. Por eso la forma como aparece ante nuestros ojos es disfrazada, por medio de la murmuración, la mentira, las críticas, los complots, el menosprecio, etc. Además, requiere de mucha energía, ya que el envidioso pasa mucho tiempo pensando en lo que no tiene y al otro le sobra. A veces aparece en forma de odio (3) porque esta es por definición una respuesta a una ofensa recibida, y nos resulta un poco más aceptable que la envidia.

Pero la mente humana busca recurrir a diferentes mecanismos de defensa para restaurar su autoestima lastimada, y estos podrían dividirse en 2 grupos (3):

  1. Los mecanismos que buscan eliminar las características envidiadas o al individuo que las posee, la envidia propiamente dicha, y 2. Los que buscan fusionarse con la grandeza del individuo fantaseado, que es más bien una admiración. En nuestra historia los hermanos decidieron por el primer punto.

Las personas con habilidades destacables o logros importantes son los que generalmente atraen la envidia, pero la presencia, la magnitud y la calidad de ésta nos muestran cómo es el estado emocional actual del envidioso.

Entonces, ¿cómo puedo cambiar si soy una persona envidiosa?

Primero registrar que soy envidioso, porque la dificultad para reconocerlo dificulta la lucha contra ésta.

Es importante para este proceso el darme cuenta de que el otro es diferente a mí, de esta manera puedo empezar a ver y aceptar mis propios límites y/o carencias personales, pero también mis virtudes y habilidades.

Unamuno (2) nos invita a evaluar si tenemos en nuestra vida “gérmenes” que podrían estar influyendo en esta emoción, éstos son: la ociosidad espiritual, la superficialidad mental y la carencia de grandes y verdaderas preocupaciones.

Como podemos observar es importante evaluar lo que pienso y cómo pienso de los demás, y cómo esto me lleva a actuar con ellos. Pero no puedo dejar de lado que mi vida espiritual puede influir en estos factores también.

Por ello te invito a que te permitas disfrutar, quizás por primera vez en tu vida de las oportunidades, de tus habilidades, de tu belleza y de tus creencias que de alguna manera estaban tapados por la envidia.

Pero me gustaría terminar con la última parte del versículo: “Pero Dios estuvo con él”. Yo no sé si eres envidioso o envidiado, pero Dios promete estar contigo en este proceso por más difícil que sea. Da el primero paso y los siguientes van a ser un poco más fáciles.

 

Bibliografía

  1. Real Academia Española. Visto en: https://dle.rae.es/envidia
  2. Sánchez Sánchez, T. (2004) Envidia, carcoma del alma: escorzo Psico-literario. Clínica y Salud, vol.15. pp- 75-95. Visto en: https://www.redalyc.org/pdf/1806/180617820004.pdf
  3. Paniagua, C. (2002) Psicología de la envidia. Revista de Humanidades Médicas. 1. Pp. 35-42. Visto en http://www.dendramedica.es/revista/v1n1/psicologia_de_la_envidia.pdf

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